“¿De verdad nos queremos meter en esto? Mira, si Miguel de Unamuno fue capaz de levantarse aquel día en el paraninfo, qué menos que nosotros hacer esta película”. Así recordaba Alejandro Amenábar una charla con su productor Fernando Bovaira una vez que movistar+ confirmó su apoyo al film, presagiando el terreno pantanoso en el que se estaban adentrando. Y efectivamente así ha sido, “Mientras dure la guerra” ha generado debate, y no precisamente en el plano artístico. Pero como dice el director, “cuando haces una película tienes que ir preparado para todo, porque en eso consiste hacer películas. Tú las haces y la gente opina. Yo lo que puedo decir es que la he preparado a conciencia y la he escrito en conciencia”.
A pesar de la cita, a Amenábar no se le ocurre compararse con el escritor de la generación del 98. “Era un gran pensador de España que cuestionaba todo lo que veía, una especie de mosca cojonera brillante, inconformista siempre”, describe el director, que continúa reconociendo que “donde sí me llego a identificar con el personaje es en ese momento, que me parece absolutamente conmovedor, en el que cobra consciencia de que no estaba siendo consecuente, y elige el momento más inoportuno para poner un poco de coherencia en su vida. Y ante esto me pregunto, como persona pública, ¿yo qué habría hecho en ese momento?, ¿me habría atrevido a hacer lo mismo? Seguramente no”.
Confesiones aparte, la película, que llevaba en un cajón desde que fuera escrita hace tres años, es una clara alusión a nuestro presente y, con el fascismo como telón histórico, pretende llamar la atención sobre el repunte de los extremismos políticos, ante los cuales el propio director no tiene problemas en posicionarse: “esas posturas faltas de respeto a mí personalmente me inquietan bastante”. Según Amenábar, “soy de naturaleza optimista, pero si la película ya era pertinente, o inoportuna, hace tres años, en el momento político actual en el que se estrena es aún más pertinente, o más inoportuna”.
De hecho, llama la atención la coincidencia con el estreno de otra película con la que comparte temática, “La trinchera infinita”, que por cierto también compite en Sección Oficial en esta 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Amenábar le encuentra una posible explicación. “Creo que se debe a un salto generacional. Yo en los 80 era un crío. A Unamuno sí lo había estudiado en el bachillerato. Sin embargo me di cuenta que nuestra generación ha pasado de puntillas por la historia de la Guerra Civil. Opino que es bueno para un país conocer su historia, porque cuanto más rascas en esa historia, más conexiones encuentras con cosas que pueden volver a pasar. Y a partir de ahí entiendo que de pronto una nueva generación de creadores ponga foco de atención sobre unos acontecimientos que fueron terribles y que no son tan lejanos en el tiempo”.
Ahondando en ese proceso de descubrimiento de nuestra historia reciente, el director señala los episodios que más le sorprendieron durante el trabajo de documentación, y que ha convertido en algunas de las escenas más icónicas de la película, empezando por la frase que le da título, que “es parte de un documento importantísimo por el que Franco se convierte en el jefe de todo esto, y la manera en que despareció, de auténtico thriller político”. “Todo lo que iba descubriendo me sorprendía, como que al menos una facción de los militares no se levantase contra la República sino contra un gobierno específico de la misma, o como que inicialmente la bandera republicana siguiese ondeando en el cuartel de Franco, o su jugada a fin de conseguir más apoyos para su objetivo de ascenso al poder reemplazando esa bandera por la monárquica, de donde por cierto creo que vienen muchos de los problemas que tenemos en España hoy en día con nuestra identidad”. Y aquí vuelve a pinchar hueso: “algo que ha ido reforzándose mientras hacíamos la película es esa idea de que en este país tenemos un problema con nuestra identidad y con nuestros símbolos. Por eso era importante para mí confrontar al espectador con la bandera o con el himno, y con esas secuencias decirle: esto es lo que hay, ¿qué vamos a hacer a partir de ahora?”.
Para respaldar esta declaración de intenciones, Bovaira señala que “en esta película era fundamental acercarnos a la verdad de los hechos históricos sin ningún tipo de frivolidad ni licencias dramáticas. En ese sentido, el trabajo de documentación ha sido muy exhaustivo y hemos contado con asesores históricos y militares”. Concretamente en lo que respecta a la escena final en el paraninfo, que es la que ha generado más polémica sobre qué parte es realidad y qué ficción, Amenábar reconoce que “yo he intentado leerme todo lo que hay escrito sobre este episodio, y creo que realmente no es tan difícil acotar desde un punto de vista detectivesco qué es lo que se dijo y, aunque no coincide necesariamente con lo que aparece en la película, sí hemos intentado ser fieles al espíritu de lo que estaba pasando y sobre todo ser muy cuidadosos con las frases que dice cada personaje. En cualquier caso, una cosa que me quedó muy clara después de leer todo el material, es que el señor Unamuno la lió parda”.
En el trabajo interpretativo de Santi Prego también se apoya gran parte de la credibilidad del film. No en vano, el actor comparte que “la preparación del personaje de Franco implicó seis meses trabajando con Alejandro, sobre todo tratando de encontrar “la voz”. En la voz estaba la máscara del personaje”. Según el director, “queríamos jugar de partida con todos los elementos aparentemente ridículos que tenía Franco, como su vocecilla, sus problemas de dicción, su timidez, su falta de modos de mando,… porque forman parte de un personaje que de entrada desconcierta, e ir viendo cómo a pesar de esa apariencia de “mosquita muerta”, su gran tesón que le ayudaba a sobreponerse a esos elementos acaba convirtiéndole en alguien que no genera la mínima sonrisa. Pero a la vez también queríamos profundizar en el personaje de Franco, entrar en su cabeza y, humildemente, tratar de conseguir la versión más seria interpretada hasta la fecha”.
Sensacionales también los trabajos de Karra Elejalde y Eduard Fernández, encarnando a personajes con los que llegaron a empatizar e incluso entender, dejando de lado cualquier tipo de juicio que les impediría hacer su trabajo. Elejalde bromeaba al respecto: “Mi cerebro es de izquierdas pero mi cuerpo es de derechas. Es decir, soy vago. Para mí ha sido todo muy cómodo en ese sentido porque ya contaba con que Alejandro se documentaría perfectamente y me contaría lo único que realmente me interesaba a mí, que es lo que decían de Unamuno. Yo no me dedico ni me tengo que preocupar de “equidistancias””.
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