Como no nos gusta establecer rankings en base a notas numéricas, preferimos basarnos en la probabilidad de volver a ver una película. Bajo este criterio, éste sería nuestro listado ordenado de la Sección Oficial de esta 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián que iremos actualizando durante la semana:
1
Mientras dure la guerra(Alejandro Amenábar, 2019, España)
2
La trinchera infinita(Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga, 2019, España)
3
Diecisiete(Daniel Sánchez Arévalo, 2019, España)
4
La odisea de los giles(Sebastián Borensztein, 2019, Argentina)
La 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián presenta una Sección Oficial en la que compiten un 37% de películas dirigidas por mujeres, 10 puntos más que la representación femenina de la edición pasada y continuando la misma tendencia ascendente con respecto a años anteriores.
Este año, las directoras Alice Winocour, Belén Funes, Ina Weisse, Louise Archambault, Malgorzata Szumowska y Sarah Gavron compiten por alzarse por algunas de las Conchas más deseadas, y sumarse así a las sólo dos cineastas que, en 66 años de historia del festival, han sido reconocidas con uno de los máximos galardones: Xu Jinglei en 2004 y, más recientemente, Anahí Berneri en 2017.
En el caso de la composición del Jurado, el festival ya lleva varias ediciones asegurando la máxima paridad. Este año, Lisabi Fridell, Barbara Lennie y Mercedes Morán valoran junto a sus compañeros Neil Jordan, Pablo Cruz y Katriel Schory los 16 trabajos a competición.
El guionista, novelista y director presentaba “Diecisiete” (fuera de concurso) en la Sección Oficial de esta 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, “una historia sencilla, sentida, desnuda, con un guión de muy pocos ingredientes y de una sola línea argumental que no pretende forzar nada”. En palabras del cineasta “esto es algo a lo que sólo me he atrevido ahora siendo más mayor, no sé si más maduro, pero sí más mayor. Mis películas anteriores son bastante más abigarradas, con muchas tramas y muchos personajes, cosas a las que agarrarte para el “si esto no te gusta, no te preocupes que tengo otra””. Al ser preguntado por sus referentes, Sánchez Arévalo menciona “El Apartamento” de Billy Wilder como “la cumbre del arte de mezclar comedia y drama”, y el cine inclasificable de Alexander Payne (“Nebraska”, “Entre copas”, “Los descendientes”) “como un cine muy pegado a la vida y a la realidad, que sabe jugar con los géneros”. Y es que el director confiesa que “a lo único que aspiro como cineasta es a intentar hacerme mejor en el oficio de contar historias, es lo que más me gusta como espectador y, por tanto, es lo que quiero hacer como director”.
De hecho, respecto a esa mezcla buscada de comedia y drama, el actor coprotagonista Nacho Sánchez incide en que “una de las claves durante el rodaje fue que en ningún momento tuvimos la sensación de estar interpretando una comedia”. Uno de los temas tratados en el film es la relación entre hermano mayor y hermano pequeño. Algo que, en cierta medida, trascendió a la propia ficción. Sánchez reconoce que “fue algo inevitable que durante el rodaje acabase tratando a Biel como mi hermano pequeño. Trabajamos con Daniel durante 2 meses previos al rodaje a base de sesiones de improvisación en las que se establecieron esos roles y vínculos. Además, ya sobre el guión, también pudimos contar con cierta libertad creativa para incluir cosas que pensábamos eran propias de los personajes”. Oyendo hablar a la pareja de actores noveles, y a la vista del buen resultado en la pantalla, Sánchez Arévalo no puede evitar reconocer “sentirse muy orgulloso de haberles podido dar con esta película un vehículo para que despeguen y comiencen a volar como actores, y sobre todo, haber sido testigo de ello”.
“Diecisiete” ha recibido una muy buena acogida tanto por crítica y público del festival, que anticipa su éxito (acotado, en cierta medida para aspirar a los Goya) en salas comerciales (4 de octubre) pero, sobre todo y como suele ser habitual en este tipo de lanzamientos, en la plataforma digital que la ha producido (18 de octubre). En este sentido, el director solo tiene buenas palabras para Netflix. “Leyeron el guión y automáticamente me dijeron que lo único que querían era preservar mi mirada en la película. La relación ha sido maravillosa, tanto a nivel creativo como a nivel de producción, donde entendieron que hacer una película pequeña no es necesariamente hacer una película barata. Ha ocurrido algo my bonito con la llegada de las plataformas, y es que se ha puesto foco en los creadores, en los contadores de historias, y en el respeto por el proceso creativo”. Al ser preguntado por el debate acerca del modelo de convivencia entre la distribución en salas y las plataformas digitales, Sánchez Arévalo subraya que “el mundo está cambiando y la manera de consumir ficción también… por desgracia es un hecho que la gente va poco al cine, y es algo que me da rabia porque yo voy todas las semanas ya que me encanta la experiencia de ver una película en pantalla grande. Pero también tengo cuenta de Netflix, de hecho tengo dos porque tengo a toda la familia, incluido Antonio de la Torre, que es como mi hermano”, bromea Sánchez Arévalo, que concluye con que “mi fantasía es que puedan convivir ambos modelos, y creo que se puede conseguir”.
La película ha sido rodada durante 8 semanas con un equipo de primer nivel en Cantabria, que el director llegó a considerar su “refugio”, y es que aunque madrileño de nacimiento “por accidente”, Sánchez Arévalo dice “llevar la región cántabra en la sangre”.
Respecto a otro de los temas tratados a través de la relación de uno de los hermanos con su perro, la película es una declaración de intenciones por la defensa de los animales, ya que “la primera decisión que tomamos fue la de que todos los perros que apareciesen viniesen de protectoras, con nuestro compromiso de encontrarles una nueva familia tras al rodaje”. Una decisión que además contribuyó a que el vínculo que surgiese entre el protagonista y el animal fuese de verdad y menos artificial al que se lograría con “perros adiestrados y resabiados”. De hecho, el actor Biel Montoro, que tras las 11 horas de cada jornada de rodaje continuaba trabajando el entrenamiento con su perro, cataloga el vinculo establecido durante ese tiempo como “indisoluble” y ha acabado adoptando a su compañero canino, y sí, le ha mantenido el nombre “oveja”.
Penélope Cruz ha sido reconocida con uno de los Premios Donostia en la 67 edición del Fesrival Internacional de Cine de Sebastian, edición en la que además es la imagen del cartel oficial.
La actriz, que con 45 años resulta ser la cineasta más joven en recibir el galardón honorífico, confesaba entre risas en rueda de prensa: “Yo le pregunté a Rebordinos cuando me dio la noticia si estaba realmente seguro, si no deberíamos esperar unos años más. Luego como soy un poco como un personaje de Almodóvar empecé a pensar “¿no será que me va a pasar algo malo?””. Ya más seria continuaba: “que te den un premio solo sirve para agradecer y para compartirlo con la gente que ha estado ahí desde el principio, para empezar con mi familia, que siempre ha respetado mi decisión de ser actriz (pese a que no teníamos ningún referente cerca y casi era como querer ser astronauta), y por supuesto con el festival, al que le tengo un cariño especial y en el que he disfrutado mucho cada vez que he tenido ocasión de venir. Y eso es lo bonito de un premio. No va solamente sobre ti”.
Con una dilatada carrera como actriz, con más de 70 películas en su currículum, Penélope recordaba lo que ya desveló hace dos años en su última visita al festival: “sigo con la ilusión de poder dirigir algún día una película, pero no es algo nuevo, lo digo todos los días desde que tengo 16 años. Recuerdo que al primero al que se lo dije fue a Pedro (Almodóvar) en el bar ‘La Gloria’. Y me dijo: “Hazlo! y hazlo ya! Tienes que hacerlo muy joven, porque si lo sientes es porque lo tienes que hacer” Pues lo cierto es que han pasado casi 30 años y todavía no me he atrevido”.
Hablando de compañeros de profesión, la actriz mencionaba varios nombres hacia los que solo dedicaba buenas palabras: “He tenido mucha suerte con los directores, actores y actrices con los que he trabajado. Muchos de ellos se han convertido en amigos, como Goya (Toledo) o Salma (Hayek). En los rodajes se crean relaciones muy estrechas porque son procesos muy intensos. Con Pedro (Almodóvar) tengo una unión muy especial, casi familiar, desde el día que lo conocí. Estamos a un nivel de conexión en el que casi nos podemos leer la mente. A Bigas (Luna) se le echa mucho de menos, especialmente en días de premios como hoy porque fue quien nos dio a la vez nuestra primera oportunidad a Javier (Bardem) y a mí. Le queríamos muchísimo y, como nunca supimos que estaba enfermo, no nos pudimos despedir de él. Pera esa fue su elección y es totalmente respetada. Fernando (Trueba) es alguien muy importante en mi carrera y en mi vida. El año de “Jamón, jamón” fue también el año de “Belle Époque”. Esas dos películas me abrieron muchas puertas y siempre le estaré agradecida por ello”.
Continuando con la mirada hacia atrás, Penelope se sinceraba: “Yo he crecido en el cine. Sé que cualquier trabajo que tengas te acompaña en tu crecimiento, pero es que en el nuestro, nuestro instrumento somos nosotros mismos y nuestras emociones. Nuestra profesión implica estudiar el comportamiento humano, que para mí es algo fascinante porque es un pozo sin fondo. Nunca puedes llegar a conocerlo por completo. Recuerdo que mis primeros juegos de niña con apenas 4 años se basaban en interpretar. Me gustaba mucho jugar sola, y jugar a ser diferentes personas. Con eso sentía mucha libertad, era un escape, pero no un escape de mí misma, sino que me hacia conocerme más, me hacia mirar más hacia dentro”.
Volviendo a su experiencia con directores de renombre, la actriz compartía recuerdos de dos de los grandes. “Trabajar con Pedro (Almodóvar) como siempre he dicho ha sido una gran experiencia. A él le gusta tener meses de ensayos previos al rodaje. No quiere que me prepare con mi profesora de interpretación, quiere que llegue totalmente fresca y preparo todo con él directamente. Es un ritmo muy diferente si lo comparas a cómo trabaja Woody (Allen), quien no hace ningún tipo de ensayo y tienes que preparártelo tú sola. Son sistemas diferentes, que pueden funcionar muy bien para ellos. A mí lo que me gusta es ser capaz de adaptarme al sistema de cada director. Otro ejemplo: Olivier Assayas (director de “La red avispa”, proyección especial que trae al festival con motivo del premio) se vuelve loco si le pides hacer un ensayo”.
Centrándonos ya en ese film, “La red avispa” es un thriller histórico ambientado en La Habana de los 90, que narra el proceso de infiltración de espías cubanos en las redes anticastristas estadounidenses. En este película Penélope vuelve a trabajar con los acentos. “Le tenía muchas ganas al acento cubano porque es uno de mis favoritos, me parece maravilloso. Había soñado tanto con poder hacerlo que lo disfrute mucho”, confesaba la actriz acompañada de los intérpretes Gael García Bernal y Edgar Ramírez, que también se han acercado a la ciudad donostiarra para promocionar la película.
Con respecto al idioma en el que se ha rodado la cinta, García Bernal explicaba: “antes era impensable que se pudiera hacer una película de un presupuesto un poco elevado en español, hoy en día es más bien impensable hacer una película en inglés que trate de algo relativo a nuestra historia latinoamericana. Haber hecho “La red avispa” en inglés hubiese sido un insulto brutal y un desperdicio tremendo”. Además, según Ramírez “fue muy importante para la historia poder filmar en Cuba. Para nosotros como actores también lo fue porque pudimos acercarnos más a los personajes estando allí. Cuba es un lugar muy único, para bien y para mal. Lleno de enormes y profundas contradicciones. Y la historia lidia con eso. Es una exploración reflexiva de personajes que por lo general son concebidos como peones de un juego de ajedrez. Nosotros quisimos explorarlos desde una perspectiva humana, entender el drama de estos personajes que de alguna manera quedan atrapados en las mecánicas de la política y a merced de ser aplastados por la rueda de la historia, una rueda que además no gira por decisión propia sino por decisiones de otros que son mucho mas poderosos que ellos“.
Con más de 150 películas a sus espaldas, el actor Donald Sutherland recibe el Premio Donostia en esta 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Aprovechando su paso por el Zinemaldi, se proyecta una sus últimas películas, “Una obra maestra” (“The Burnt Orange Heresy”), segundo largometraje de su director Giuseppe Capotondi con el que clausuró fuera de competición el pasado Festival de Venecia.
Se trata de una película de género noir ambientada en los círculos del arte de la Italia actual. Según el propio director, “el tema clave de la película realmente no es el arte, sino “la verdad”, o mejor dicho, lo cuán fácil que es fabricar una nueva verdad. Y esto se puede traducir a cualquier campo. El crítico de arte puede ser alguien del mundo de la política o del mundo financiero. El concepto final es que si tienes poder o dinero, puedes fabricar una verdad nueva. Y vemos constantemente que ese tipo de gente intenta vendernos mentiras haciéndonos creer que son verdades”.
El guión de la cinta, repleto de excelentes diálogos y situaciones irónicas, cayó en manos de Sutherland a través de su agente, “que se lo envió simplemente porque pensó que me gustaría leerlo, aunque el papel ya se lo habían ofrecido a otro”, reconoce el actor. “Cuando lo leí, me encantó, me enamoré del personaje, de sus palabras, de sus pensamientos, de su relación con las mujeres,… así que acabé escribiendo una carta a mi agente para trasladarle mi interés por el papel”, que finalmente el director acabaría concediéndole.
El director de películas de culto como “Requiem for a dream” (2000, EEUU) o “Mother!” (2017, EEUU), Darren Aronofsky, presentaba, esta vez como productor, “Pacified”, film a concurso en la Sección Oficial de la 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián y dirigido por su amigo Paxton Winters. Aronosfky compartía dónde se conocieron: “estaba en el festival de cine de Estambul en el 2001 con “Requiem for a dream”, y allí había un americano de ojos azules y pelo rubio que se relacionaba con todo el mundo y hablaba en turco. Era Paxton, un periodista y realizador de documentales que llevaba 18 años en Turquía. Allí surgió nuestra amistad”.
Después de aquel primer encuentro, Winters se mudó a Brasil, aprendió portugués y, por razones del destino, acabó integrándose en una de las favelas de Río de Janeiro. “Yo no tenía ninguna intención de entrar en las favelas. Era poco antes del mundial de fútbol y los alquileres habían subido muchísimo, así que pensé en regresar a casa, pero Joseph y Wellington (los guionistas de la película) me invitaron a entrar en la comunidad de la favela. Inicialmente les dije que no, aquello era demasiado intenso para mí. Me daba miedo. Pero luego pensé que todo lo que había merecido la pena en mi vida había sido fruto de haberme enfrentado a mis miedos, así que decidí alojarme en la favela durante 6 meses hasta que bajasen los alquileres. En ese tiempo, la comunidad se abrió a mí, sentí que me abrazó, y esos 6 meses se convirtieron en 9 años porque no quería marcharme”. Para Aronofsky, “Paxton es un espíritu singular en este planeta. Es capaz de hacer amigos en cualquier sitio. Entró a vivir en las favelas y se convirtió en parte de esa comunidad”.
El proyecto comenzó a fraguarse 3 años después de que el director se instalase en la favela: “yo era un observador, me dedicaba a escuchar y a hacer muchas preguntas. Me empecé a sentir el canal para que aquellas historias pudiesen ser contadas”. En este sentido, el actor principal Bukassa Kabengele proclamaba: “esta película pone como protagonistas a personas que en Brasil están excluidas. Y cuando hablamos de favelas, hablamos de una comunidad eminentemente negra. Brasil es un país que por un lado tiene un 54% de la población negra (es el país con mayor población negra fuera del continente africano), y a la vez es un país extremadamente racista y excluyente. La mortalidad entre los jóvenes de esa población llega a cifras que asustan. Esas personas solo aparecen cuando se habla de criminalidad, lo que no siempre es verdad. La película ha tenido el coraje de entrar en una favela y no poner el foco en las armas. Lo que plantea por encima de todo son las relaciones humanas y sociales”.
Cuando hablamos de películas de favelas, todos pensamos en “Tropa de élite” (José Padilha, 2007, Brasil) o en la sobresaliente “Ciudad de Dios” (Fernando Meirelles y Kátia Lund, 2002, Brasil). Pero el guionista Wellington Magalhaes marcaba distancias: “normalmente las películas de favelas enseñan tiroteos. Nosotros queríamos una historia contada por personas que viven allí para personas que no viven allí. Eso es lo que hace diferente a la película. La película no es de Paxton ni de ninguno de nosotros, es de la comunidad que vive allí“. La productora Paula Linhares incidía también en que “¡va a ser el primer film en una favela contando la historia de una mujer!”.
Y aunque no fuese el foco de la película, lo cierto es que todo el equipo de la película coincidía en lo complicado, incontrolable y peligroso que había resultado el rodaje. Literalmente, se rodó en medio de tiroteos. Kabengele contaba: “me hospedé dentro de la favela durante 2 meses, y todos los días oía tiros de ametralladoras”. El productor Marcos Tellechea relataba otro episodio en el que “un día las fuerzas especiales de la policía entraron en la favela, rápido tuvimos que recoger las cámaras que habíamos montado en el tejado, escondernos, tumbarnos en el suelo, e inmediatamente comenzó un intercambio de tiros de armas pesadas que duró 40 minutos”. El director también relataba que en la película “he incluido imágenes rodadas con mi iPhone durante una operación policial en la que murieron tres personas”. Magalhaes exclamaba que “casi todos los días muere gente allí y eso no es noticia. Incluso hay un joven que participó en este proyecto y que, por falta de oportunidades, después entró en el tráfico de drogas y ha fallecido hace 2 semanas. El estado no entra allí, es un lugar olvidado, o más que olvidado, es un lugar que nunca ha sido recordado”.
El guionista también reconocía que “la comunidad abrazó el proyecto, nos abrieron sus casas. Era complicado filmar en la favela porque está viva 24 horas al día y no es un lugar precisamente silencioso, pero tuvimos el apoyo de personas que viven allí y que nos ayudaron a controlar todo ese movimiento”. Paxton decía orgulloso: “la comunidad participó en todo: en el guión, en la historia, en la figuración,… muchos actores viven en la favela, empezando por la propia Cassia. Cada departamento de la película contrató a dos o tres personas de la comunidad, muchas de las cuales siguen trabajando hoy en día en la industria del cine, de la TV o de la publicidad. No habría habido manera de que pudiéramos haber rodado allí si no hubiésemos contado con el apoyo y la colaboración de la comunidad”. Para el productor Tellechea además “era importante buscar esa autenticidad en todos los departamentos. Llegamos a contratar a más de 200 personas de la comunidad”.
“La odisea de los giles”, adaptación de la novela “La noche de la Usina” (Eduardo Sacheri, 2016), llega a la 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián como una Proyección Especial (fuera de concurso) de la Sección Oficial.
La película toma de contexto un episodio tan dramático para la sociedad argentina como el corralito de 2001. En palabras de uno de sus protagonistas, y más que habitual en el festival donostiarra, Ricardo Darín: “Lo que ocurrió en aquel momento, más allá de que no fue muy investigado a posteriori, está grabado en el ADN de todos nosotros. No fue sólo un problema económico-financiero. Se han perdido vidas. Se han modificado familias con gente auto-exiliada para buscarse fuera una nueva vida. El dolor acumulado es muy grande”. No obstante, también se muestra esperanzado: “Los argentinos tenemos una gran gimnasia de atravesar crisis, sobrevivirlas y volver a renacer. Quién sabe si no será esa nuestra característica principal: renacer todo el tiempo. De todos modos, somos un pueblo con mucha esperanza y esperamos aprender de los errores cometidos, si es que los hemos cometido nosotros, y poder avanzar”.
Pese a este trasfondo, la película, que no deja de ser en esencia una “peli de atracos” al estilo Ocean’s Eleven (Steven Soderbergh, 2011, USA) pero con unos personajes menos glamurosos, más “giles” (o “pardillos” como se traduciría a jerga castellana), está repleta de buenas dosis de humor. El director Sebastián Borensztein explicaba al respecto que “más que proponernos hacer una comedia, nos propusimos contar una historia que tiene un contexto muy dramático pero con la premisa de que aquel lugar en el que pudiera caber el humor, lo explotaríamos al máximo”.
Acaba el primer fin de semana de esta 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián con un balance muy positivo entre las cintas que compiten en Sección Oficial por la Concha de Oro. A la cabeza, con una excelente y ciertamente esperada acogida de crítica y publico, “La trinchera infinita”, de los directores de Handia y Loreak, y con un reparto encabezado por Belén Cuesta y Antonio de la Torre, que levantaron al K1 en la sesión de ayer por la noche. Arrancando en un pueblo andaluz que podría ser cualquiera en plena Guerra Civil española, la película narra el auto encierro, desde el único punto de vista del “topo” Higinio, encarnado por De la Torre, durante más de 30 años por temor a represalias. De hecho, en palabras de uno de sus propios directores, “la película es una alegoría al miedo”.
Con peor acogida, y no exenta de cierta polémica, comparte contexto histórico la muy esperada “Mientras dure la guerra” de Alejandro Amenábar. Pedagógica y cargada de simbolismo, resulta una película necesaria para unas generaciones, en las que se autoincluye el propio director, que desconocen los detalles de este episodio de nuestro pasado reciente.
La película escogida por el certamen para inaugurar la Sección Oficial ha sido “Blackbird”, un remake de la danesa “Stille hjerte” cuyo guionista Christian Torpe ha adaptado ahora al público americano. La película original de 2014 ya se presentó en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián e incluso fue galardonada con la Concha de Plata a la mejor actriz para Paprika Steen. Ninguno de los actores del remake ha querido ver la película original de 2014 para no “verse influidos por las decisiones de otro actor”. En este caso es Susan Sarandon la que que encarna a una madre a la que diagnostican esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y decide acabar con su vida antes de que la enfermedad empeore, con la ayuda de su marido encarnado por Sam Neil y el consentimiento de sus hijas Jennifer (Kate Winslet) y Anna (Mia Wasikowska).
La directora de la franco-alemana “The Audition” profundiza, sin juzgar, en los conflictos interiores de una mujer repleta de inseguridades y en búsqueda constante de la aprobación de los demás, y lo hace desde la perspectiva de la protagonista, incapaz de empatizar con el sufrimiento que genera en los que la rodean en el ámbito personal pero también en el profesional, donde como profesora de música proyecta su perfeccionismo patológico en uno de sus alumnos
“Mano de obra”, una ópera prima de bajo presupuesto y con un reparto no profesional sobre un grupo de familias “paracaidistas” (como se les llama en México a quienes ocupan ilegalmente una casa “sin propietario” para luego reclamarla), es la primera sorpresa de la Sección Oficial según el criterio de la prensa. Habrá que esperar a ver si el público comparte ese aprecio por esta sencilla historia, de cierto aspecto amateur y con algún altibajo en el pulso narrativo.
En “Proxima”nos acercamos a la mente de una madre con dos grandes pasiones: su carrera como astronauta y su hija Stella. Se trata de una película feminista que narra los dilemas de la conciliación laboral y la discriminación machista que debe afrontar la protagonista tras ser aceptada para ingresar en la próxima misión a Marte. El film tiene cierta vertiente documental y es que todo el proceso de entrenamiento se ha rodado en las instalaciones reales tanto de la Agencia Espacial Europea en Colonia como en el centro de preparación Star City cerca de Moscú sin utilizar modelos ni reconstrucciones, los lugares donde los astronautas de nuestro tiempo se preparan para viajar al espacio.
La cinta china “Lhamo and Skalbe” entra en Sección Oficial bajo el propósito de completar la muestra del cine que se está creando en estos momentos a nivel global, pero pasará desapercibida más allá de eso. La película narra la historia de un marido que para poder casarse debe anular un matrimonio de conveniencia anterior.
El trío de directores vascos presentaba a concurso en la Sección Oficial de la 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián el film “La trinchera infinita” como “una alegoría sobre el miedo y sobre cómo puede condicionar el comportamiento de los individuos”. Alejándose de cualquier atisbo de discurso político, pero sin dar la espalda al contexto en el que transcurre la historia, la cinta pretende “crear un diálogo entre el pasado y el presente, traer todo lo que sucede en la película para que el espectador de hoy en día entienda que le apela algo y la complete de algún modo”, decía uno de los codirectores Aitor Arregi, cerrando con la cita “las ropas cambian pero las inquietudes humanas son eternas”. Y es que según Arregi, “lo que sucedió hace 80 años tiene un reflejo clarísimo hoy en día”.
Tomando el relevo del documental “30 años de oscuridad” (producido también por La Claqueta en 2011), que descubría la figura de los “topos” tras la guerra civil española, la película narra, desde el punto de vista del encerrado, del topo, la historia de un matrimonio, pero también la de un país como telón de fondo. No en vano, Jose Mari Goenaga reconocía que “nos pudimos beneficiar de todo el trabajo de documentación que había hecho la productora para el documental, y nos basamos en hechos reales para construir unos personajes ficticios que nos permitían llevar el relato hacia donde queríamos“.
Otro de los aspectos mejor tratados, a pesar de dificultar en cierta medida la comprensión de los diálogos, es el acento andaluz. Los propios actores protagonistas, sevillana y malagueño, hablaban sobre ello. Belen Cuesta decía que “era uno de los miedos que teníamos, e hicimos un trabajo muy minucioso, contando como asesores incluso con gente de los pueblos de la zona, y no sólo para replicar el acento sino para incorporar expresiones, porque queríamos que se percibiese una honestidad, fundamental para contar la historia”. Antonio de la Torre continuaba bromeando: “¿y si no se nos entiende? Bueno, como vamos al Festival de San Sebastián, igual con un poco de suerte pues que nos subtitulen”. A este respecto, el coproductor Olmo Figueredo parafraseaba a un compañero andaluz reconociendo que “es curioso que hayan tenido que venir tres directores vascos para hacer el tratamiento más bonito que se ha hecho hasta el momento de la lengua andaluza”.
Preguntados sobre las referencias del film, Goenaga afirmaba que “películas de Polanski como “La semilla del diablo” o “El quimérico inquilino” estuvieron muy presentes durante la escritura del guión, al menos en la manera de compartir el punto de vista del protagonista y en no saber si lo que se está viendo es su imaginación o la realidad”. Para Arregi, también reconoce cierta influencia de Wong Kar-wai y su “In the Mood for Love” durante la fase de realización a la hora de decidir los encuadres, “de lo que se ve y lo que no se ve”.
“¿De verdad nos queremos meter en esto? Mira, si Miguel de Unamuno fue capaz de levantarse aquel día en el paraninfo, qué menos que nosotros hacer esta película”. Así recordaba Alejandro Amenábar una charla con su productor Fernando Bovaira una vez que movistar+ confirmó su apoyo al film, presagiando el terreno pantanoso en el que se estaban adentrando. Y efectivamente así ha sido, “Mientras dure la guerra” ha generado debate, y no precisamente en el plano artístico. Pero como dice el director, “cuando haces una película tienes que ir preparado para todo, porque en eso consiste hacer películas. Tú las haces y la gente opina. Yo lo que puedo decir es que la he preparado a conciencia y la he escrito en conciencia”.
A pesar de la cita, a Amenábar no se le ocurre compararse con el escritor de la generación del 98. “Era un gran pensador de España que cuestionaba todo lo que veía, una especie de mosca cojonera brillante, inconformista siempre”, describe el director, que continúa reconociendo que “donde sí me llego a identificar con el personaje es en ese momento, que me parece absolutamente conmovedor, en el que cobra consciencia de que no estaba siendo consecuente, y elige el momento más inoportuno para poner un poco de coherencia en su vida. Y ante esto me pregunto, como persona pública, ¿yo qué habría hecho en ese momento?, ¿me habría atrevido a hacer lo mismo? Seguramente no”.
Confesiones aparte, la película, que llevaba en un cajón desde que fuera escrita hace tres años, es una clara alusión a nuestro presente y, con el fascismo como telón histórico, pretende llamar la atención sobre el repunte de los extremismos políticos, ante los cuales el propio director no tiene problemas en posicionarse: “esas posturas faltas de respeto a mí personalmente me inquietan bastante”. Según Amenábar, “soy de naturaleza optimista, pero si la película ya era pertinente, o inoportuna, hace tres años, en el momento político actual en el que se estrena es aún más pertinente, o más inoportuna”.
De hecho, llama la atención la coincidencia con el estreno de otra película con la que comparte temática, “La trinchera infinita”, que por cierto también compite en Sección Oficial en esta 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Amenábar le encuentra una posible explicación. “Creo que se debe a un salto generacional. Yo en los 80 era un crío. A Unamuno sí lo había estudiado en el bachillerato. Sin embargo me di cuenta que nuestra generación ha pasado de puntillas por la historia de la Guerra Civil. Opino que es bueno para un país conocer su historia, porque cuanto más rascas en esa historia, más conexiones encuentras con cosas que pueden volver a pasar. Y a partir de ahí entiendo que de pronto una nueva generación de creadores ponga foco de atención sobre unos acontecimientos que fueron terribles y que no son tan lejanos en el tiempo”.
Ahondando en ese proceso de descubrimiento de nuestra historia reciente, el director señala los episodios que más le sorprendieron durante el trabajo de documentación, y que ha convertido en algunas de las escenas más icónicas de la película, empezando por la frase que le da título, que “es parte de un documento importantísimo por el que Franco se convierte en el jefe de todo esto, y la manera en que despareció, de auténtico thriller político”. “Todo lo que iba descubriendo me sorprendía, como que al menos una facción de los militares no se levantase contra la República sino contra un gobierno específico de la misma, o como que inicialmente la bandera republicana siguiese ondeando en el cuartel de Franco, o su jugada a fin de conseguir más apoyos para su objetivo de ascenso al poder reemplazando esa bandera por la monárquica, de donde por cierto creo que vienen muchos de los problemas que tenemos en España hoy en día con nuestra identidad”. Y aquí vuelve a pinchar hueso: “algo que ha ido reforzándose mientras hacíamos la película es esa idea de que en este país tenemos un problema con nuestra identidad y con nuestros símbolos. Por eso era importante para mí confrontar al espectador con la bandera o con el himno, y con esas secuencias decirle: esto es lo que hay, ¿qué vamos a hacer a partir de ahora?”.
Para respaldar esta declaración de intenciones, Bovaira señala que “en esta película era fundamental acercarnos a la verdad de los hechos históricos sin ningún tipo de frivolidad ni licencias dramáticas. En ese sentido, el trabajo de documentación ha sido muy exhaustivo y hemos contado con asesores históricos y militares”. Concretamente en lo que respecta a la escena final en el paraninfo, que es la que ha generado más polémica sobre qué parte es realidad y qué ficción, Amenábar reconoce que “yo he intentado leerme todo lo que hay escrito sobre este episodio, y creo que realmente no es tan difícil acotar desde un punto de vista detectivesco qué es lo que se dijo y, aunque no coincide necesariamente con lo que aparece en la película, sí hemos intentado ser fieles al espíritu de lo que estaba pasando y sobre todo ser muy cuidadosos con las frases que dice cada personaje. En cualquier caso, una cosa que me quedó muy clara después de leer todo el material, es que el señor Unamuno la lió parda”.
En el trabajo interpretativo de Santi Prego también se apoya gran parte de la credibilidad del film. No en vano, el actor comparte que “la preparación del personaje de Franco implicó seis meses trabajando con Alejandro, sobre todo tratando de encontrar “la voz”. En la voz estaba la máscara del personaje”. Según el director, “queríamos jugar de partida con todos los elementos aparentemente ridículos que tenía Franco, como su vocecilla, sus problemas de dicción, su timidez, su falta de modos de mando,… porque forman parte de un personaje que de entrada desconcierta, e ir viendo cómo a pesar de esa apariencia de “mosquita muerta”, su gran tesón que le ayudaba a sobreponerse a esos elementos acaba convirtiéndole en alguien que no genera la mínima sonrisa. Pero a la vez también queríamos profundizar en el personaje de Franco, entrar en su cabeza y, humildemente, tratar de conseguir la versión más seria interpretada hasta la fecha”.
Sensacionales también los trabajos de Karra Elejalde y Eduard Fernández, encarnando a personajes con los que llegaron a empatizar e incluso entender, dejando de lado cualquier tipo de juicio que les impediría hacer su trabajo. Elejalde bromeaba al respecto: “Mi cerebro es de izquierdas pero mi cuerpo es de derechas. Es decir, soy vago. Para mí ha sido todo muy cómodo en ese sentido porque ya contaba con que Alejandro se documentaría perfectamente y me contaría lo único que realmente me interesaba a mí, que es lo que decían de Unamuno. Yo no me dedico ni me tengo que preocupar de “equidistancias””.
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